Los cambios en las sociedades contemporáneas traen consigo grandes cuotas de incertidumbre y volatilidad que hacen muy difícil disponer de conocimientos que permitan asimilar lo que está ocurriendo y así poder responder adecuadamente. Esta incertidumbre se debe a altos niveles de ansiedad que moviliza a las personas a apegarse a objetos psíquicos que deparen orden y certeza en un mundo que resulta fragmentado, caótico y muchas veces sin sentido. En un proceder simplista, los individuos incurren en el uso de categorías convencionales que les permiten articular un pensamiento ilusorio que aplaque la angustia frente a la ignorancia. Así, en los Listening Posts se registra cómo las personas son partícipes en la creación de objetos psíquicos a los que se les atribuye el papel de salvadores ante los problemas agobiantes que se viven en la sociedad. Jóvenes y mujeres suelen ser el blanco predilecto para esas proyecciones idealizadas, ya que se les percibe con capacidades apropiadas para ejercer liderazgo en grupos y organizaciones. Del mismo modo, las personas incurren en la creación de objetos psíquicos negativos, usualmente grupos políticamente débiles y minoritarios, que sirven de chivos expiatorios para exculpar en ellos las causas de los males que afligen la vida en sociedad.
Recurrir a categorías convencionales para afrontar la incertidumbre posibilita un ordenamiento maniqueo de la vida social que alivia la ansiedad frente a la falta de respuestas. Los individuos incurren en un pensamiento simplista que escinde la realidad entre “los buenos” y “los malos”. Es una lógica extrema que no da lugar al discernimiento de matices que permitan integrar los aspectos paradójicos y contradictorios que, inevitablemente, están presentes en la compleja sociedad contemporánea.
Los Listenig Posts enseñan cómo el pensamiento maniqueo trae consigo el uso de estereotipos y prejuicios que suelen alimentar una espiral dialéctica destructiva en las relaciones entre personas y grupos. Frente a la necesidad de encontrar un concepto de identidad que depare orden y seguridad, los individuos necesitan de un “otro” con el cual marcar diferencias para así gozar de un concepto de identidad claro y definido. A través de las diferencias se hace posible la proyección de aspectos negativos que se depositan en “aquel otro” que es distinto. Cuando esto ocurre, se acorta el espacio para que las relaciones con ese “otro” estén acompañadas de atribuciones diabólicas y perversas, donde se descargan con fuerza estereotipos y prejuicios que dan pie a la discriminación, violencia física y violencia moral. Los grupos más vulnerables en la sociedad cumplen la función implícita de servir de receptáculos para que otros sectores más poderosos canalicen a través de ellos sus propias contradicciones, conflictos, odios y culpas.
Pérdida de Identidad
Los individuos experimentan la realidad social en un proceso continuo de cambio, caracterizado por el movimiento y el conflicto. Este entorno es profundamente perturbador porque no genera ni la continuidad ni la consistencia necesaria en los vínculos sociales para desarrollar un sentido de identidad estable. Ante el debilitamiento de los vínculos en los grupos e instituciones, las personas luchan por preservar la identidad a través de una independencia que remite al individualismo y al aislamiento. Esto, a su vez, tiene el agravante de acentuar el estado de fragmentación en la sociedad. El caos y la locura que resultan de esta desintegración conducen, a menudo, a que las personas actúen sintiendo que “el otro” es totalmente malo y que merece, en consecuencia, ser blanco de la exclusión y la agresividad.
En el Listening Post de Chile se confirma lo que ocurre a nivel mundial. Las personas que ahí participan consideran que en la sociedad hay un clima de incertidumbre e inestabilidad que se manifiesta especialmente en la esfera de lo laboral, pero que también opera en las relaciones con instituciones políticas, religiosas, así como en la familia. Esto acarrea gran inseguridad y confusión a las personas porque no conocen con exactitud sus espacios de pertenencia e identidad. Ello se traduce en una vida cotidiana estresante y agobiante que demanda una continua adaptación a los cambios para evitar así la exclusión. Para sobrellevar este malestar, algunas personas mantienen una actitud crítica frente al “sistema”; sin embargo, persisten en mantener una postura de disciplinada obediencia al orden social establecido; otros buscan recluirse en el individualismo y la sinceridad calculada, consiguiendo así minimizar los riesgos de la dependencia; otros, quizás los menos, toman una postura más autónoma, buscando formas genuinas de acción en el ámbito social. Estas acciones innovadoras permiten soltar y remover las expectativas convencionales de la sociedad.
Liderazgo Paternalista Fallido
En las sociedades donde se desarrollan los Listening Posts, se considera que el liderazgo masculino tradicional presenta fallas sustantivas para proveer una contención adecuada a las personas. Ante esas deficiencias, se hace ver que la gente apela y respalda el ejercicio de liderazgos alternativos en el intento por solucionar las insatisfacciones que tiene respecto de sus necesidades de dependencia. La falta de contención de las instituciones económicas, políticas, sociales y religiosas se deja sentir de manera cotidiana, lo que lleva a las personas a sentir impotencia, frustración y rabia. Cualquier alternativa frente al ejercicio tradicional del liderazgo, marcado por la cultura masculina patriarcal, es percibida como una opción prometedora de mayor bienestar y contención emocional para todos.
En el caso de Chile, esta búsqueda de liderazgos alternativos emerge con mucha fuerza a través del significado que tiene para los miembros del grupo la posibilidad de elegir, por primera vez en la historia del país, a una mujer como presidenta de la repúbli-ca8.Esto es sentido como la expresión de una fuerte transformación de la sociedad chilena. No obstante, surgen voces que alertan del peligro de idealizar a la candidata mujer como fuente de cambios. Más que un cambio profundo, se plantea que esta idealización tendría su origen en el deseo de tener una presidenta que provea protección y seguridad, en contraste con el liderazgo masculino tradicional, que se asocia a la dureza y a la disciplina. Bajo la ilusión de esta nueva forma de liderazgo femenino, se vislumbra la posibilidad de vínculos más cálidos y seguros entre las personas. Esta ilusión operaría como efecto compensatorio del hecho de tener que enfrentar cotidianamente una sociedad competitiva y acosadora, que no da espacio a la contención ni a la calidez.
Los efectos de la globalización han impactado a toda la sociedad, incluyendo a sus líderes, quienes han tenido que enfrentar dinámicas complejas para las que no han encontrado respuestas adecuadas. Sin embargo, para los miembros de la sociedad, estas respuestas inadecuadas han sido vivenciadas como una falla para proveer una contención adecuada. Esto ha llevado a depositar la satisfacción de las necesidades de dependencia sobre líderes mujeres y personas jóvenes, quienes ofrecerían una alternativa más reflexiva y contenedora. En el caso de Chile, esta situación se hace sumamente contingente a través de la elección presidencial. La polarización idealizada de lo femenino respecto de lo masculino, inhibe la capacidad de integrar de un modo más consistente, realista y maduro las características de género y sus implicancias para el liderazgo. En consecuencia, las capacidades y recursos propios de lo femenino y lo masculino son vividos de un modo antagónico, desconociendo así las potencialidades de la alteridad, lo que se traduce en una estigmatización y desvalorización del otro de acuerdo a su género.
Disociación, Desplazamiento y Demonización del “Otro”
Los miembros de las distintas sociedades experimentan fuertes ansiedades frente a la profunda incertidumbre en los valores, normas y conductas socialmente aceptables. Ellos son incapaces de calificar sus experiencias sobre una base de similitud, lo que los hace sentirse en un mundo caleidoscópico y cambiante, con escasos puntos de referencia común. Las fronteras personales y sociales son borrosas, lo que trae ansiedad y uso masivo de mecanismos de escisión y proyección como medio para encontrar alivio y confort. Así, la rabia y el descontento que emanan del sentirse desvalido es proyectada sobre “los otros”, quienes son identificados como sujetos marcadamente distintos. En muchas sociedades, “los otros” se constituyen en los grupos de inmigrantes, siendo blanco de estereotipos y prejuicios, atribuyéndoseles directa responsabilidad en la violencia política y el terrorismo que suele asolar a la sociedad. La polarización en las relaciones sociales encierra el peligro de estigmatizar y rigidizar el trato con “el otro”, lo que a su vez tiene el riesgo de derivar en fuertes conflictos sociales y en espirales de insospechada violencia.
En este contexto, la sociedad chilena se caracteriza por una composición heterogénea en la que las diferencias sociales, económicas, políticas, culturales y de género son fuente continua de discriminación, abuso, violencia física y moral que obstruyen la posibilidad de integración y cohesión colectiva. La heterogeneidad social se estructura en fronteras rígidas y poco permeables que no toleran la diversidad. Las diferencias con los “otros” sirven para desplazar sobre ellos los sentimientos de incompetencia y rabia que les son propios. Las relaciones entre personas y grupos en la sociedad suelen estar envueltas en dinámicas donde los más débiles son blanco de prejuicios y estereotipos despreciativos y descalificadores, dando pie a acciones discriminatorias e incluso violentas. Las mujeres, los miembros de etnias indígenas, los inmigrantes, los pobres y homosexuales suelen ser objeto de discriminación y violencia moral y física.
Por otra parte, la gente siente que la sociedad es una fuerza muy poderosa que controla y tiraniza, especialmente a través del predominio de los valores económicos que la articulan. Las personas se sienten participando en un sistema que es voraz y exigente al extremo, y que en forma continua encierra una amenaza latente de exclusión. La sociedad aparece ante los individuos con un poder hegemónico que les lleva a la impotencia por la falta de control frente a sus vidas. Esto acarrea odio y rechazo, lo que los individuos desplazan sobre “otros”. Contar con un enemigo común permite a las personas y grupos reprimir la propia culpa y proyectarla fuera. Así se consigue un concepto de identidad que depara un cierto confort.
Extraido del sitio web http://www.psicologiagrupal.cl/progsem/expegrup/ponencias/vicisitudes.html